jueves, 12 de marzo de 2009

CAIDA

UN HECHO INCREIBLE


m.wentzel

Acaban de llegar las últimas noticias, transmitidas desde la costa.
Una de ellas me tiene como protagonista. Es raro, yo soy la protagonista de la noticia y la oyente al mismo tiempo.
Se trata de mi debut como paracaidista,o de mi frustrado “bautismo”de lanzamiento .
...la protagonista de este milagroso episodio ( o sea yo) resultó ilesa no así su paracaídas ( qué lástima ,era nuevito) que fue hallado sobre unas rocas, completamente despedazado...a escasos metros de la orilla del mar, en la zona portuaria.
No sé qué pasó. Hice un curso en la fuerza aérea, lo fundamental ya lo había aprendido, conté exactamente los segundos que debían pasar antes de su apertura y calculé con precisión mi aterrizaje.
Extendí mi cuerpo y adquirí una posición estable durante la caída libre, y disminuí mi velocidad en el descenso, tal como me lo habían enseñado.
En el momento exacto accioné el dispositivo que desplegó el casquete de nailon de brillantes gajos negros y rojos.
Hasta ese momento, yo flotaba y me dejaba llevar por debajo de las nubes , atravesaba la atmósfera y me hamacaba entre las gaviotas que pasaban y me miraban con asombro. ¡Qué bella se veía Mar del Plata desde ahí arriba! y ¡Qué silencio!
Por la chimenea pasaba el aire, para evitar las oscilaciones y las cuerdas de suspensión estaban tensas. Lo que estaba viviendo era único, era lo más parecido a la libertad absoluta...
Todo funcionó a la perfección. Todo estaba saliendo bien, pero cuando estaba llegando a tierra, se cruzó ese cuchitril en mi camino.
Hice todo como me lo habían indicado, no sé qué falló. Caí sobre el techo de chapas que se hundió por mi peso , me enredé entre las sogas, me tapó el nailon de colores y dando manotazos en el aire, pude por fin volver a ver el cielo .
Miré a mi alrededor para ver dónde me hallaba. Estaba en medio del refugio de unos humildes pescadores a pocos metros del mar, en las cercanías del puerto. Por suerte, no caí sobre las olas.
Como si fuera poco, de una destartalada repisa cayeron sobre mi cabeza unos frascos llenos de tierra y lombrices, que aprovecharon la ocasión para fugarse. Se retorcieron desesperadas y huyeron a toda prisa para esconderse en el suelo húmedo de aquel solitario y casi secreto lugar, en esa zona descampada, a orillas del mar, en las cercanías del puerto.

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